Es tiempo de flores, y como sí de una vieja reivindicación se tratara, el patio de la Casa Boadas Hormiga al Barrio Viejo de Girona, ha dejado de emmirallar-se en sí mismo para abrirse hacia el territorio en un ejercicio introspectivo. El pozo, centro neurálgico en tiempos pasados de la casa, resto ahora tan solo como un vestigio de una época que lo supo significar. Ahora pero, cansado de la indiferencia con que se lo observa a diario en las escaladas hacia las balconadas superiores, ha decidido invitar a su lado un pedazo arbolado del paisaje que allá riegan también sus aguas profundas y deprisa, pero apenas entrevistas por quienes se aboca. Olores y colores que de él emergen. Hasta que, inesperadamente, un árbol estalla en medio de esta cantera urbana.